Para reeducar las células, las hacen luchar contra un tumor en un laboratorio durante 72 horas

Investigador de la Universidad de Chile explica el tratamiento que salvó a Jaime Lagos.

El sistema inmune, explica Flavio Salazar, doctorado en Inmunología por el Instituto Karolinska de Suecia, está formado por los glóbulos blancos, que son varios subtipos de células, entre ellas los monocitos, que son capaces comerse a todo lo malo que está en el cuerpo.

Una de las razones por la que esta respuesta empieza a fallar es que con el cáncer las células constantemente están activando y desactivando esta función, lo que le genera un estrés y finalmente ya no saben qué hacer.

“Los monocitos no pueden estar activados siempre porque eso puede llegar a matarte. De hecho, en eso consisten las enfermedades autoinmunes”, detalla el director alterno del Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia.

Para que una cierta cantidad de monocitos vuelva a comerse a las células tumorales, dice Salazar, lo lógico sería enseñarles nuevamente a que vuelvan a cumplir su función. Eso fue exactamente lo que hizo junto a un equipo de científicos, quienes desarrollaron las Tapcells.

“Voy a ser claro: esto no es la cura contra el cáncer, es una terapia que tiene resultados en un cierto número de personas”, enfatiza.

La vacuna inmunológica

Antes de ponerse a entrenar a los monocitos, explica, primero hay que extraerlos a través de un proceso que se llama leucaféresis, que saca toda la sangre del cuerpo para, de ella, extraer una parte. “El paciente se acuesta en una camilla durante dos horas y le extraemos la sangre. Eso se procesa y nos quedamos solamente con los monocitos que necesitamos, que deben ser entre 20 y 25 millones. El resto de los componentes sanguíneos vuelven al cuerpo”, cuenta Salazar, quien además es el vicerrector de Investigación y Desarrollo de la Universidad de Chile.

-¿Cómo entrenan a los monocitos?
-Ese es el secreto y por eso lo tenemos patentado en México, Australia, Nueva Zelanda, Israel, Estados Unidos y Chile. Pero básicamente los ponemos en el laboratorio y les entregamos señales de peligro, que son extractos tumorales de células humanas, pero de otras personas. Finalmente, entre 48 y 72 horas, logran transformarse en células dendríticas, que son las que se comen a los tumores.

-¿Y después hay que inyectarlos o tomárselos?
-Se inyectan en dosis de un centímetro cúbico. Primero cada 10 días, después cada 20, hasta llegar a 30 días. Es un proceso que dura aproximadamente dos meses.

-¿Cómo sabe si funcionó?
-Luego de cuatro dosis hacemos un ensayo. Un mes después de haber iniciado la terapia, le inyectamos al paciente unas moléculas tumorales, que no son células tumorales vivas. Si el tratamiento funcionó, eso debería generar una respuesta inmune en la piel. Es decir, se te pone color rojo en la zona de la inyección.

-¿Está probada la terapia o sigue en fase experimental?
-Está probada y es segura. Hicimos estudios clínicos de Fase I y dos de Fase II, que se encargan de medir la seguridad de la vacuna. El estudio Fase III, que nos permitiría trasferir la tecnología hacia otros lados, por ejemplo, al sistema público, es bastante caro y aún falta financiamiento.

-¿Dónde lo hacen, entonces?
-Trabajamos con el grupo Oncobiomed, Cellus y Clínica Las Condes. El valor aproximado es de $10.000 dólares.

-¿Lo cubre alguna isapre?
-Sólo algunas partes, como la leucaféresis (extracción de sangre), pero el tratamiento propiamente tal, no.

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El oncólogo molecular Juan Carlos Roa aplaude la terapia liderada por Salazar

«Si existe una posibilidad de sanarse, es a través de estos tratamientos»

Juan Carlos Roa es el jefe del Departamento de Anatomía Patológica de la Escuela de Medicina de la Pontificia Universidad Católica. Conoce el trabajo que por más de quince años ha estado desarrollando Flavio Salazar. Y como es médico, sabe perfectamente si una nueva terapia es contundente o no.
“Salazar es pionero en Chile con esta técnica. Por un lado, están investigando los mecanismos de por qué las células tumorales no son reconocidas por el sistema inmune, y por otro, diseñan herramientas para revertir la situación”, dice.

“La vacuna es más que interesante porque le da la oportunidad al sistema inmune de reconocer a las células tumorales a partir de algo propio del organismo humano. Eso es distinto a lo que pasa con las terapias convencionales, como la quimioterapia, que en muchos casos no logran que el sistema inmune vuelva a trabajar. Si existe una posibilidad de sanarse, es a través de estos tratamientos (inmunoterapia)”.

Roa agrega que en general las terapias no curan al paciente, sino que alargan la sobrevida. “Eventualmente con estas terapias uno podría esperar la desaparición del tumor”, concluye.

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