Paciente cuenta cómo se recuperó de una cáncer terminal con terapia que reeduca las células

El director alterno del Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia Flavio Salazar creó un tratamiento que consiste en extraer y entrenar a las células del sistema inmune para que vuelvan a recuperar la función de comerse a los tumores.

Jaime Lagos tenía 50 años cuando se enteró de que la mayoría de su cuerpo, cual palimpsesto griego, había empezado a borrarse y a transformarse en algo totalmente nuevo. Las células de su piel, que durante medio siglo habían permanecido sanas, se descontrolaron. No había forma de parar la reproducción y los glóbulos blancos de su sistema inmune estaban tan confundidos y estresados, que ni siquiera podían distinguir entre las células buenas y las malas para atacarlas. Tenía cáncer tipo melanoma en etapa de metástasis fase IV, igual a seis meses de vida.

Nueve años después, desde una cabaña en el Lago Puyehue, Lagos cuenta cómo un tratamiento de inmunología, realizado por un equipo de investigadores liderados por el doctor en Inmunología Flavio Salazar, logró detener la metástasis y eliminar a los tumores que estaban repartidos por su estómago, piernas, brazos y más de la mitad de su cuerpo.

“Todo consistió en entrenar a un grupo de células para que volvieran a cumplir la función que habían perdido, que es la capacidad de comerse a aquellas que son cancerígenas”, explica Salazar, que es director alterno del Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia (IMII).

La historia de recuperación de Lagos partió el viernes 11 de septiembre del 2009, día en que le diagnosticaron el melanoma. “Cuando el doctor puso las imágenes del scanner en la pantalla, mi señora dijo que le parecía curioso el examen porque se veían como puras lucecitas de navidad. En ese momento el médico de la clínica de la PUC le respondió: esas son las metástasis . Ni siquiera se sabía dónde había comenzado el cáncer porque tenía la mayoría de los órganos cubiertos de tumores. La estadística, me dijo el doctor, decía que me quedaban solo seis meses de vida”, recuerda.

Lagos, quien había viajado desde su casa en Concón hasta Santiago, tomó su auto y se fue a meter directo a un taco. No se estresó, no rabió con nadie y tampoco se enojó por las protestas de ese día en la Alameda. “Tomé la calle del Santa Lucía y entre medio del túnel me puse a pensar en cuánta gente que está metida en el taco estará en la misma situación que yo. Le dije a mi señora que tenía ganas de ir a esos restaurantes que siempre veía y a los que nunca iba. Paré y me senté a comer en el Sésamo”.

El tratamiento lo comenzó el 21 de septiembre de aquel año. Pasaba una semana en la clínica y dos semanas en su casa. Así, hasta enero del año siguiente, cuando recibió otra mala noticia. “A comienzos del 2010 el doctor me advirtió que no podían aplicarme más quimioterapia porque mi cuerpo no lo soportaba más y se podían dañar mis células sanas. Me dijo que sabía de un tratamiento que hacían en la Universidad de Chile, que lo probara, pero que era experimental. Me habían dicho lo del veneno del alacrán, los gorgojos y no sé qué más. Yo me hacía hasta reiki. Y ahí me dice: el único tratamiento alternativo, que yo en tu posición haría y si tienes los recursos, es este de los científicos de la Universidad de Chile ”, confiesa.

Inmunoterapia en los subterráneos de la U

El laboratorio al que fue, cuenta Lagos, era algo que no se comparaba con las clínicas a las que había ido. “Era un subterráneo con máquinas medio hechizas, bien rústico. Ahí me sacaban sangre para hacerme un tratamiento de inmunoterapia”, dice Lagos mientras recuerda el antiguo laboratorio del vicerrector de Investigación y Desarrollo de la Universidad de Chile, el doctor Flavio Salazar.

“La terapia que le hicimos al paciente consiste en una terapia de inmunología llamada Tapcell. Consiste en sacar a una buena cantidad de monocitos del cuerpo, que son un subtipo de glóbulos blancos encargados de fagocitar o comerse a las proteínas del tumor, para entrenarlos en el laboratorio para que así puedan volver a cumplir su función que estaba bloqueada debido al estrés celular provocado por el cáncer”, explica Salazar.

El tratamiento, dice Lagos, duró entre marzo y junio del 2010. “Y funcionó. Primero me dijeron que la metástasis se había reducido y luego, en septiembre, el scanner arrojó que no existía ninguna metástasis detectable. Todo había desaparecido, no había más tumores. Seguí con controles cada seis meses hasta el 2014 y desde esa fecha que me controlo una vez año. Estoy sano, al menos de cáncer. Aunque no canto victoria”.

A la fecha, detalla Salazar, la tecnología la han aplicado en 350 pacientes con melanoma de fase avanzada, a 50 hombres con cáncer a la próstata y este año comenzarán con las investigaciones para el cáncer de vesícula biliar. “De ese total, el 60 por ciento ha mostrado una respuesta inmune positiva, lo que significa que la sobrevida de aquellos con melanoma avanzado aumentó de diez a 36 meses. Además, tenemos unos 30 pacientes que no han tenido recaída en cinco años”.

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